sábado, 19 de mayo de 2012

Olvidando


Nací de un útero, como todos los que han sentido alguna vez las caricias del oxígeno en los pulmones. De esa concavidad frágil y liviana que sólo puede engendrar el amor. 

Ese hueco lleno de líquidos amnióticos que debieron inyectarse -por descuido- en mi cerebro para hacerme víctima  de ésta  -a veces insoportable- amnesia temporal que va desgastando mi memoria. 

Ya no recuerdo  ni el color de aquellos ojos que marcaron la distancia entre la realidad  de tu horizonte y la ficción imaginaria que recrea a cada paso  mi mente.

Me he olvidado del amor  y de todo cuanto él me generaba. Supongo que después de tantos arrebatos -fallidos-, las conexiones neuronales tienden a comprender la realidad para no volver a tropezarse con la misma piedra.

Ya no te veo, ya no te toco, ya no te siento y lo peor de todo es que ya no te recuerdo como hace un tiempo, en que sentía que el aire me faltaba sin en mi mente no divagabas al menos unos segundos. 

Si decidí olvidarte,  esperarte, si te ignoro  o si todavía te quiero no lo sé; 
 pero hay algo tengo muy claro, y es que sos la segunda frase de todo lo que leo, escribo y pienso...

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