Si todo en la vida es relativo, relativa
también es la idea que cada uno tiene de la felicidad.
Para algunos, felicidad es disponer de dinero
en la billetera, algunas cervezas para tomar con amigos, ropa nueva para
estrenar cada día.
Para otros, la felicidad representa un suceso, una carrera
brillante, o simples hechos considerados importantes (aunque en la realidad
carezcan de relevancia).
Para
otros tantos, ser feliz es conocer el mundo, tener un conocimiento profundo de
las cosas del cielo y de la tierra.
Para mí ser feliz es diferente. Ser feliz es ser persona, es tener vida, que
como decía un poeta:
- “Es hermosa, es hermosa, es hermosa…”
Felicidad
es la familia reunida. Es vivir sin llegada, sin partida. Es soñar, es llorar,
es sonreír…
Felicidad
es vivir cercado de amor, es sembrar amistad, es el calor del abrazo de aquel
amigo que a pesar de la distancia, le escuchas decir: “Hola”
Ser
feliz, es despertar a las cinco de la mañana, después de haberte acostado a las
tres de la madrugada, sólo para dar una vuelta a la cama de tu hijo, para nada
más que para verlo dormir.
Ser
feliz es tener un cálido hogar, es la sencillez de una mesa. Es un té caliente
al desayuno. Es la dulce melodía de un CD, para inspirar al corazón y gastar
emociones por repetición.
Ser
feliz es disfrutar del sol radiante, del frío congelante, de la lluvia o del
temporal.
Ser
feliz es brindar afecto a los demás (a todos los que se cruzan en mi camino).
Ser
feliz es hacer de la vida una gran aventura, una mayor locura, un enorme placer.
Pero,
ante todo, la verdadera felicidad consiste en proceder bien, en todos tus actos.
Es no tener nada de qué arrepentirse. Es no dañar.
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