lunes, 21 de abril de 2014

Refugio


Mis palabras que cuentan, que buscan, que muestran. Mis palabras que viven, que sienten, que dicen. Mis palabras que describen, que avisan, que anuncian. Mis palabras que callan, que disfrazan, que decoran. Extraño a mis palabras.

Mi calma y prudente selección de palabras que advierten, que declaran, que punzan. Mi irreverente y desorejada predisposición a las palabras que miman, que besan, que elogian. Mi pensada y ciudadosa conexión de palabras que frenan, que alejan, que rompen. Mi desenfadada y desprejuiciada construcción con palabras que invitan, que acarician, que abrazan. Mi innegociable confianza en que las palabras explican, reunen, comunican.


Hoy extraño profundamente la intimidad de mis palabras. 



viernes, 18 de abril de 2014

Aceptación


La tarea más difícil que debe afrontar cualquier ser humano es la de no ser aceptado, no ser comprendido, no recibir ninguna clase de calor. 
Algunos nunca tienen que enfrentarse a esta cuestión porque han aprendido a cultivar la adoración ajena, pero esos no nos interesan. Quien sabe que medios desplegar para obtener el resultado que persigue, no es más que un esclavo de la necesidad. Continuamente observamos a individuos que reptan en la mediocridad, que se esfuerzan por complacer, que medran socialmente calculando su amabilidad, descubriendo rápidamente cuales son las reglas de oro del grupo en el que se insertan, sus bromas permitidas, su inteligencia media.

Lo cierto es que es muy difícil sobrevivir sin reconocimiento. La falta de afecto ajeno nos aliena de nosotros mismos, nos derrota inexorablemente y, sin embargo, lo propio de la humanidad es la resistencia. 

Crear valor allí donde no existe, eso es lo propiamente humano. Es humano quien no se deja vencer, quien se arropa con la manta de su propio afecto, quien viste su orgullo con la misma nada. Esta tarea permanente de autoconstrucción no es fácil ni es grata. El cuerpo se revela y añora las prevendas que los demás ya disfrutan. 

El cuerpo no es paciente y a veces lo daría todo por una sonrisa amable, por un abrazo infinitamente tierno. Pero flaquear siempre tiene como recompensa escenas que nuestra mente ya ha anticipado y resulta inconcebible que podamos escapar del aislamiento de esa manera. 
Sólo respetamos a quien puede sorprendernos, pues añoramos cada día ser distintos para poder - también nosotros- respetarnos.