martes, 23 de octubre de 2012

Nada mal



Un café intenso y un poco amargo, un día un poquito fresco, la sensación templada de la taza contra las palmas de mis manos. Los pies descalzos sobre las baldosas frescas, el pelo desalineado haciéndome cosquillas en los omóplatos, una sonrisa mansa y mordisquearme ligeramente la boca para sentir el sabor del café en mis labios. 
Bailotear apenas y tener conversaciones a media voz sobre mundo y sus despropósitos e incertidumbres y las ideas que nunca son lo que esperamos en la realidad y la maravilla de que el cuerpo sea capaz de sentir así, a pesar de todo. 
Reírnos, mucho, tanto que nos olvidemos de que algunas realidades pueden hacernos llorar. Bailar riendo y reír bailando porque es la única forma de salvar esta capacidad de juego, estas ilusiones irracionales, estos deseos ilógicos, estas utopías singulares y colectivas, esta voluntad de hacer, estas ganas de decir, estos objetivos tentadores, estos anhelos fantásticos de futuros llenos de futuro.

No estaría nada mal empezar así el día.


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