Después de todas las palabras y los momentos ideales que intercambiamos, percibo que el vacío me aplasto y degenero éste, mi pequeño espacio. Y mientras sólo escucho su silencio, sus ausentes palabras aún son como el viento, como una tempestad para mi alma.
Es en éste instante cuando necesito nuevamente un poco del estruendo que él producía en mí, como un trueno, como si mi existencia fuera arrasada por un huracán.
Hoy necesito de la sabiduría que él me daba en dosis correctas, y es que observo cómo el silencio se apropio de mi libertad!
Desde hace un tiempo me he dado cuenta, de a veces los días sin sus palabras huelen a un vacío injusto.
Hoy soy consciente de la realidad y siento que no me duele éste instante.
Siento que me duele todo...
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