miércoles, 8 de agosto de 2012

El árbol



Reposando mi espalda sobre la corteza de un árbol, leí relajada una y otra vez uno de los párrafos más poéticos de ese "Eterno Atardecer", con el cual desde hace unos meses comencé a experimentar un ideal crecimiento interior. Debe ser que se convirtió en algo así como un complemento perfecto para las horas inertes, o tal vez será que siempre encuentro una lección distinta aunque lo repase una y mil veces... 

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"La Noche me toca el hombro. Me presenta a su hija: BellaLuna, y le canta a capela una melodía que la pequeña baila para todos, sobre el manto oscuro de un cielo que le da silencio. Mis ojos suben hasta abrazarla, hasta el menguante que cada tanto sucede, para recordarme que todo en la vida cambia. Todo se transforma para volver a empezar..." - Narraba Don Ruben.

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Y en ese espacio abierto, con los ojos fijos en mi "perfecta" edición improvisada, las nubes coincidían exactamente con mi mirada, entonces me deje elevar para poder disfrutar un poco más allá de cada palabra.
Mientras ponía a secar una lágrima, que tendida del aire tiritaba, notaba como en esa inmensidad el tiempo se volvía circular, y en ese momento podía asegurar que fuera del cielo no existía nada. El tiempo se convirtió en cielo y le entregué mis manos para que en ellas trazase lentamente la espiral de la nostalgia.

Es cierto que al abrir las ventanas de quien escribe, ellos dejan escapar sus emociones para poder entregar esa dulzura a quien las lee.

Cuando concluí, el árbol se sintió agradecido...

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