Aquella tarde, en aquella habitación, escribí una historia de principio indeterminado, pero nunca me preocupé por relatar un final.
Debió ser porque desde chica me acostumbré a dejar los libros a medias, para con más tiempo, más ilusiones o más ganas, retomarlos y seguir contagiándome de su magia. O porque suelo ser de esas pasajeras que corren apresuradas por la terminal y siempre llegan demasiado tarde para embarcar.
El paso del tiempo, dicen que ayuda a cicatrizar las heridas, que pone a cada uno en su lugar, y no sé si es tan cierto, pero siempre me resultó demasiado difícil derribar la pared de los recuerdos.
Y quizás así me pase, porque en aquella habitación todavía quedan fragmentos de papeles escritos por el suelo, y lo que iba a ser no fue, y lo que no era, aún sigue postergado.
Escribo prosas en las paredes de mi cuarto, y sentada en mi silla le enumero mil verdades a mi alma, llevo a mi mente a pasear por mis quehaceres, o simplemente pierdo el tiempo sin soñar nada.
Miro al cielo, observo fotografías, miro hacia atrás, intento construir nuevos sueños, y nuevos horizontes.
Y yo, humilde por naturaleza, en esta ocasión puedo afirmar sin miedos, que por merecer, merezco más que una palabra, más que un adjetivo… Merezco ambigüedades, metáforas y hasta artículos indeterminados.
Si de merecer se trata, también merezco la luna, las estrellas, y hasta recordar el viejo método de como trazar los círculos concéntricos, para no olvidar jamás que de todos los finales nace un comienzo más, para seguir arañándole a la vida un suspiro de esperanza.
Y yo, humilde por naturaleza, en esta ocasión puedo afirmar sin miedos, que por merecer, merezco más que una palabra, más que un adjetivo… Merezco ambigüedades, metáforas y hasta artículos indeterminados.
Si de merecer se trata, también merezco la luna, las estrellas, y hasta recordar el viejo método de como trazar los círculos concéntricos, para no olvidar jamás que de todos los finales nace un comienzo más, para seguir arañándole a la vida un suspiro de esperanza.
Y una vez más siento que la soledad me enseña a trazar caminos para aprender más.
Finalmente siempre vuelvo a afirmar que las almas derrotadas somos invencibles…
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