viernes, 3 de agosto de 2012

Por merecer



Aquella tarde, en aquella habitación, escribí una historia de principio indeterminado, pero nunca me preocupé por relatar un final.

Debió ser porque desde chica me acostumbré a dejar los libros a medias, para con más tiempo, más ilusiones o más ganas, retomarlos y seguir contagiándome de su magia. O porque suelo ser de esas pasajeras que corren apresuradas por la terminal y siempre llegan demasiado tarde para embarcar.

El paso del tiempo, dicen que ayuda a cicatrizar las heridas, que pone a cada uno en su lugar, y no sé si es tan cierto, pero siempre me resultó demasiado difícil derribar la pared de los recuerdos.

Y quizás así me pase, porque en aquella habitación todavía quedan fragmentos de papeles escritos por el suelo, y lo que iba a ser no fue, y lo que no era, aún sigue postergado.

Escribo prosas en las paredes de mi cuarto, y sentada en mi silla le enumero mil verdades a mi alma, llevo a mi mente a pasear por mis quehaceres, o simplemente pierdo el tiempo sin soñar nada.
Miro al cielo, observo fotografías, miro hacia atrás, intento construir nuevos sueños, y nuevos horizontes. 
Y yo, humilde por naturaleza, en esta ocasión puedo afirmar sin miedos, que por merecer, merezco más que una palabra, más que un adjetivo… Merezco ambigüedades, metáforas y hasta artículos indeterminados.


Si de merecer se trata, también merezco la luna, las estrellas, y hasta recordar el viejo método de como trazar los círculos concéntricos, para no olvidar jamás que de todos los finales nace un comienzo más, para seguir arañándole a la vida un suspiro de esperanza.
Y una vez más siento que la soledad me enseña a trazar caminos para aprender más.

Finalmente siempre vuelvo a afirmar que las almas derrotadas somos invencibles…



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