Y reís. Porque sí. Y el mundo es un desastre y seguimos perdiendo gigantes y pensás que un día quizás, la mediocridad gane definitivamente la pulseada pero no importa, te reís igual.
Y sonreís. Porque sí. Y refrescó y el sol se tomó franco y la ropa para lavar se sigue apilando, y nada importa tanto al fin y al cabo, como para borrar las sonrisas y hacer de la vida algo peor.
Y bailás. Porque sí. Y nada tiene que ver con nada y ninguna de las cosas importantes tienen explicación y reaccionás ante la maravilla de que, a veces, no hagan falta palabras.
Y callás. Porque sí. Y te encanta la canción y podrías cantarla a los gritos, pero preferís dejar la garganta dormida un rato más, y escuchar la superposición de sonidos que te rodea e inventarte una historia a partir de sus acordes.
Y sos. Porque sí. Sos alegría y preocupación, música y silencio; y una y muchas, y ayer y hoy, y piel y emociones, y sueño y vigilia y todo lo que siempre sos pero ahora, a consciencia.
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